El Streptococcus pyogenes (estreptococo pyogenes) también conocido como estreptococo beta-hemolítico del grupo A, es comúnmente el responsable de causar faringitis y amigdalitis, que en conjunto se denominan faringoamigdalitis.
Es una bacteria que generalmente no es peligrosa. Sin embargo, tiene la capacidad de cambiar su estructura y, en esos casos, se vuelve agresiva y puede liberar toxinas. La alteración de su estructura ocurre de manera cíclica y/o periódica, en nuestro país la última vez que causó preocupación -antes del brote actual- fue en julio 2018.
Es la causa más frecuente de infecciones en la faringe, produce faringitis agudas y algunas veces provoca también infecciones a nivel de la piel, o sea, cutáneas.
Los niños suelen presentar síntomas después de los 3 años ya que la mayoría de los episodios antes de esta edad son causados por virus. Ya que los pequeños menores de tres años -al no tener desarrollado su sistema inmune aún- son propensos a contraer infecciones virales.
En circunstancias normales, esta bacteria se considera inofensiva. En la gran mayoría de los casos el Streptococcus pyogenes ingresa al cuerpo humano a través de la garganta y algunas veces por la piel. Su detección se realiza mediante un hisopado y generalmente causa pocas complicaciones.
En los casos que se dan complicaciones pueden ser supurativas o no supurativas. Las más comunes son las supurativas que producen un flemón periamigdalino que es un absceso que se produce entre los pilares que están a nivel de la garganta, se trata de una secreción pultácea (de líquido blanquecino), que produce mucho dolor y edema. En cuanto a las no supurativas, se encuentran la fiebre reumática y la glomerulonefritis, aunque no son muy frecuentes.
Esta bacteria es conocida desde hace más de dos siglos y suele habitar en las mucosas, como la garganta, o en la piel, sin causar enfermedades. No es inherentemente maligna, pero en ciertas situaciones puede volverse perjudicial, como cuando sufre mutaciones genéticas o cuando el sistema inmunológico del huésped está debilitado.
Y es sumamente importante que ante la eventual posibilidad de esta patología, los padres y/o el paciente sepan que deben ocuparse y no preocuparse.
¿Cuáles son los síntomas Streptococcus pyogenes?
Generalmente el paciente comienza con odinofagia (dolor de garganta) y aparecen unos puntitos blanquitos en la garganta que es la secreción pultácea, un pus bien blanquecino. Aparece fiebre por encima de 38 grados y también pueden surgir unas manchitas rojas a nivel del paladar boca (exantema) y cuando se evidencian en la piel se llama enantema.
Los ganglios tienden a inflamarse en la zona del cuello y algunas veces puede aparecer un dolor de tipo abdominal, que puede ir acompañado con la presencia de cólicos.
Si se experimentan estos síntomas, se debe realizar un hisopado para detectar la presencia de la bacteria S. pyogenes.
¿Cómo se detecta la bacteria Streptococcus pyogenes?
Además de hacer un buen interrogatorio al paciente y de la semiología clínica, los métodos de detección rápida se basan en la identificación de antígenos a través de una prueba inmunológica (Elisa- látex- co aglutinación).
Estas pruebas ofrecen resultados en aproximadamente 20 minutos, lo que permite iniciar rápidamente el tratamiento antibiótico. Aunque su ventaja es que son específicas, pueden ser costosas y, en caso de resultados negativos, es necesario confirmar el diagnóstico con un cultivo.
En el caso del cultivo, se debe tomar una muestra con un hisopo frotando enérgicamente ambas amígdalas y los pilares, y esta muestra debe ser adecuada en cantidad. Si el procesamiento del hisopado en el laboratorio se realiza en menos de 24 horas desde la recolección, no se requieren precauciones especiales.
¿Cómo es el tratamiento?
Si las dos muestras (test rápido y cultivo) dan resultado negativo, se interpreta que el cuadro es viral, que no es bacteriano y solamente hay que hacer un tratamiento paliativo para mitigar los síntomas.
Pero si se confirma la presencia de la bacteria, el tratamiento de elección es la penicilina, ya que hasta ahora no se ha detectado resistencia a este antibiótico. Para los pacientes alérgicos a la penicilina, se pueden recetar eritromicina, claritromicina o azitromicina. Se debe tener en cuenta que la utilización de cefalosporinas de tercera generación no ofrece ventajas adicionales y puede favorecer la resistencia bacteriana. En casos de complicaciones supurativas, se puede considerar el uso de clindamicina, que también es una alternativa para pacientes alérgicos.
La bacteria puede derivar en complicaciones graves como sepsis o shock, pero esto ocurre en muy pocas ocasiones, y esto suele ocurrir en pacientes con algún tipo de comorbilidad (diabetes o enfermedades autoinmunes, por ejemplo), o en el caso de los niños si tiene peso muy bajo./INFOBAE