Marta contó su experiencia vital junto a Argelia. Ambas mujeres que sufren artritis y las une un edificante espíritu que las lleva a salir adelante más allá de sus enfermedades. Replican su experiencia en la Escuela de Pacientes del hospital Avellaneda
Estas mujeres armaron registros escritos y fotográficos de ello y actúan como portavoces de los beneficios que trae a la salud física como mental esta poderosa herramienta terapéutica que tiene como principal objetivo la formación de pacientes crónicos y sus familiares para mejorar la autogestión de sus enfermedades y su autocuidado.
Marta Páez recuerda lo frustrante que era para ella la discapacidad que la enfermedad le generaba para moverse diariamente, cuenta que no caminaba debido a su artritis y que además tuvo una forma delicada de Covid por la que los médicos que la controlaban todos los días cuando terminó su internación le recomendaron ver a su médico de cabecera para que le indicara estudios de control posteriores, momento en el que empezó todo un recorrido que arrojó que había sufrido una significativa pérdida de memoria y aún más dificultades para movilizarse.
Dijo: “En ese momento empecé a averiguar y me dijeron que en el hospital Avellaneda había profesores que podían guiarme para hacer gimnasia y a la vez recibir la rehabilitación que necesitaba. Llegué y me recibió el profesor Dante Casabo, yo era un robot caminando, casi no podía hablar, no podía entablar una conversación porque no tenía continuidad y cuando me empecé a recuperar llegué a la Escuela de Pacientes al aula que coordina la doctora Pereyra con un grupo de profesionales, ella empezó a tratar mi problema de artrosis y me derivó a la psicóloga Hebe Manzano, y ahí puedo decir que fue tremendo mi cambio, hasta que un día me dijo ‘Marta, te doy el alta’”-
Marta se convirtió en una de las alumnas más comprometidas con la Escuela de Pacientes y resalta que la gran premisa de su vida es continuar siempre aprendiendo: “En este espacio tenemos siempre grandes invitados profesionales que nos enseñan y a la vez nos incentivan a compartir lo que vamos aprendiendo con los vecinos, con los miembros de la familia en cada casa y es algo increíble, en el momento oportuno las palabras correctas están en nuestra mente, muchas veces en la parada del colectivo veo gente con la misma discapacidad que tenía, entonces me acerco y les cuento que yo estaba en el mismo lugar y que hoy me siento bien, que he tenido un cambio de actitud en mi vida, puedo decir que soy otra persona gracias a la calidad de los profesionales que hay en esta institución y especialmente a la doctora Alejandra Pereyra que para todo está dándonos ánimo”.
Su familia está conformada por sus tres hijos y dos nietitos, que cuenta la apoyan en el camino recorrido hacia una vida más saludable y activa: “Yo vivo sola y siempre dije que quería venir y manejarme de forma independiente, claro que cuando nos encontramos les cuento mis progresos y para ellos es hermoso, también se volvieron replicadores y recomiendan la escuela y mi hija que es tallerista de arte, le dice a sus alumnas que tienen que conocer el hospital Avellaneda porque ve lo que actualmente obró en mí, mi cambio de actitud y sobre todo el compañerismo y contención que encontramos aquí que da gusto”.
En cuanto al camino recorrido Marta tuvo la iniciativa de armar un libro de vida que recopila las experiencias que vivió en la Escuela de Pacientes, material informativo y fotos con sus compañeras y amigas, entre otras cosas: “Yo quería tener una historia de vida mía, que cuando esté en casa y llegue una visita, pueda contarle pero que además vea la realidad que se vive en la Escuela de Pacientes, que es una realidad hermosa. Yo le diría a todo el que lo necesite lo que digo siempre, vengan al hospital Avellaneda, tiene un plantel tremendo de profesionales que nos recibe como a uno más de ellos, con confianza y contención, en mis peores momentos he visto el cariño de todos los profesionales, hasta del ministro que siempre viene a visitarnos y a quien pude decirle que ya se terminó el llanto y la falta de memoria, esta cabecita está recordando cosas que tenía olvidadas”.
Argelia del Carmen Farías de 72 años llegó por recomendación del profesor de educación física Gustavo Toledo quien le comentó que además de gimnasia tenía una amplia variedad de aulas y talleres para conocer, que funcionan en diferentes días de la semana con profesionales en diversas especialidades, como médicos, psicólogos, nutricionistas, entre otros.
Sostuvo: “Yo tengo una carpeta que fui armando del aula de Adultos Mayores en la que tenemos como encargada a la enfermera Isabel Robles, ella es una gran ayuda en todo lo que podemos hacer, pintamos mandalas y a la vez aprendemos todo para prevenir el riesgo de las caídas, entre muchas otras cosas, allí utilizamos las manos, la mente e Isabel trae las cositas para que trabajemos, compartimos un café, un té, algo rico y es muy entretenido. Ahora estamos creando adornos de navidad, todo eso nos enseñan”.
Reconoció la importancia del capital humano del espacio, donde cuenta hizo muy buenas compañeras, unidas, que aplauden la participación de cada una e incentivan muchísimo el compromiso de compartir sus historias de vida: “Con el aula de artritis y reumatología a la que fuimos invitados por la doctora Pereyra, viajamos el año pasado y este a congresos muy lindos donde también aprendimos muchísimo y fuimos muy bien recibidos, incluso unas chicas de artritis de Misiones nos regalaron unas herramientas para facilitar la apertura de botellas, ya que a las personas que no tienen fuerza en las manos aveces se nos dificultan esas tareas”.
Y finalizó: “Para mi formar parte de esta Escuela de Pacientes me hace sentir mucha tranquilidad y alegría, siempre digo que aquí me olvido de los problemas, uno se entretiene y comparte, por eso siempre invito a sumarse, tanto cuando estoy en consultorio como si estoy haciendo una fila, saco el tema y explico que al hospital Avellaneda no solo vienen los enfermos, sino que los mismos pacientes vienen a aprender cómo deben cuidar su salud, que se aprende con nutricionistas la forma más sana de comer sin excedernos; algunos se interesan, tienen que saber que son muy lindos los talleres y se aprende muchísimo, vienen niños también con las abuelas a gimnasia, tenemos todos los días desde las 8 a las 12, no hay un límite de edad ni de frecuencia, vienen cuando pueden, se van cuando pueden y siempre los esperamos con los brazos abiertos”.