Una interesante publicación aparecida en el año 1969, autoría de María Delia Paladini, en el Cuaderno Humanitas número 34 de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán rememora el extinto vocabulario de la terminología de la zafra azucarera tucumana.
Así comienza el texto escrito por el tucumano Sergio García que, a través de su cuenta de Facebook, brindó esta interesante rememoración que fue parte de la labor científica de la reconocida docente universitaria Paladini.
En el documento, García informó que el estudio describe minuciosamente la finca cañera, que tenía como mínimo 50 ha., que equivalía a 2.500 surcos. Se la dividía en “tablones” que eran porciones cultivadas, separadas entre sí por “callejones”. Cada tablón se hacía de 100mts y los callejones de 5 a 6 metros de ancho, entre tablón y tablón. Los surcos se hacían a distancia de 1,70 a 1,80 m y “trocha” al espacio sin sembrar entre surco y surco.
A la planta simplemente se le llamaba “caña” sus partes eran la raíz, los “canutos”, las yemas, las hojas y la flor. La caña rara vez florecía, cuando lo hacía era augurio de cosecha abundante. Se distinguían las variedades: morada, morada rayada, blanca, blanca januda, verde, española (preferida para chupar), mataca, manteca, lechiburra…
La plantación empezaba con la arada, luego se rastrilla con la rastra. Rudimentariamente el arado era tirado por tres yuntas de mulas. “Mulero” era el muchacho que iba montado en la segunda yunta para dirigir los animales y atrás el peón que maneja el arado. Si el terreno ha estado sembrado y se quiere renovar se empieza por “descepar” o sea sacar la cepa vieja.
Para sembrar se utilizaba la caña del año anterior que se dejaba parada para utilizarla como “semilla”. La primera operación era la “señalada” que consistía en marcar los surcos con arado chico, llamado “arado tero”. Para marcar derecho el surco se ponía en cada extremo del tablón una estaca como guía. Luego se ahondaba la línea con un arado más grande, se le llamaba “colinear”, es decir pasar dos rayas, una de ida y otra de vuelta por el mismo surco. Después se lo ahondaba aún más hasta 40 cm. Era la “surcada”. Si los extremos del surco no quedaban parejos se arreglaba las puntas; era hacer las “cabeceras” a pala.
La caña a sembrar se llevaba en carros y se descargaba en los extremos del surco si el tablón era corto. Si eran largos en las puntas y en el medio y se distribuía a lo largo del surco por mujeres o chicos. El plantador colocaba en el surco 2 o 3 cañas cruzadas, era “semillar”. Se ponían dos o tres trozos de modo que los nudos no coincidieran para que el cañaveral saliera parejo. A veces se hacía un troceado cuando las cañas eran “chuecas”.
El cultivo se hacía luego con arado chico para cubrir con tierra las cañas, era la “tapada”. Para emparejar se pasaba la rastra. También se pasaba luego para limpieza una rama de tusca o piquillín para arrastrar los yuyos y no dañar los brotes. A medida que la caña iba creciendo se hacía: el “desboquille” con pala se sacaba un poco de tierra para facilitar la salida del brote. Luego el “aporque” con arado para arrimar poca tierra “dar una lechigada”. Cuando el brote tenía 50 cm se arrimaba más tierra. Luego el “desyerbe” o arrancar los yuyos se hacía con machete, pala o azada.
La caña del primer brote era la “caña planta”, a partir del segundo “caña soca”. La cepa podía quedar enterrada entre 6 y 8 años sin renovarse. Los trabajos de cultivo se extendían hasta el mes de diciembre. Luego solo se regaba.
La cosecha empezaba con la “volteada” que era cortar la caña al ras de la tierra, con machete o macheta. Se asignaba 6 surcos a cada obrero lo que constituía una “tarea”. Como el trabajo se pagaba por tarea, a fin de obtener mayor jornal, trabajaba toda la familia: hombre, mujer e hijos. Los “peladores” pelan y despuntan la caña con un cuchillo cañero. Para pelar tomaban la caña de la “cola” (extremo superior), le sacaban la maloja y le cortaban la cola. Era descolar o despuntar. La caña pelada se iba apilando. Las “pilas” se hacían al través de los surcos para que el peón pudiera meter la mano por abajo y alzar la brazada. Entregaba las brazadas al carrero de pie dentro del carro quien las recibía y las acomodaba.
El fletero en carros tirados por mulas o un tractor llevaba la caña del cerco a los cargaderos o al ingenio. El transporte se llamaba “flete” y se pagaba por unidad tonelada- kilometro. Cada carro cargaba 2000 kilos mínimos. Para la cosecha venían a Tucumán obreros de las provincias vecinas entre ellos santiagueños que se trasladaban con enseres y carros propios que utilizaban para flete. Las cañas cargadas en cada carro se ataban con cadenas formando una “carrada”.
Además de carros a mulas también se usaban los “helvéticos” que fueron los primeros carros cañeros metálicos, con ruedas de goma tirados por tractor, fabricados por La Helvética, una fábrica de la provincia de Santa Fe. Algunos ingenios poseían pequeños ferrocarriles Decauville formados por locomotoras y vagonetas con capacidad de 3000 kilos.
En el cargadero, el balancero pesa la caña por medio de una grúa movida por un malacate que la colocaba en camiones. El malacatero atendía las mulas que movían el malacate. Los pioleros dirigían con piolas el atado de caña para que caiga bien en el carro o camión. En los ingenios poderosas grúas levantaban los atados de caña, los pesaban y se amontonaba en enormes estibas en el canchón esperando ser conducidas a los trapiches.