El 26 de enero de 2025 se convirtió en una fecha clave en las relaciones diplomáticas entre Colombia y Estados Unidos. Lo que comenzó como un acto de rebeldía del presidente colombiano Gustavo Petro terminó en una humillante derrota para su gobierno, luego de que la administración de Donald Trump impusiera severas sanciones que obligaron a Colombia a retroceder y aceptar las condiciones impuestas desde Washington.
Una crisis creada por Petro
La controversia inició cuando el gobierno colombiano decidió negar la autorización para el aterrizaje de dos aviones militares estadounidenses que traían de regreso a 160 colombianos deportados por permanecer ilegalmente en Estados Unidos. Con esta acción, Petro buscaba desafiar abiertamente a la Casa Blanca, utilizando la soberanía nacional como argumento para justificar su decisión. Sin embargo, la respuesta del gobierno de Trump fue inmediata y contundente.
En cuestión de horas, Estados Unidos anunció una serie de sanciones económicas y restricciones migratorias que afectaban tanto a sectores comerciales como a funcionarios del gobierno colombiano. Entre las medidas más drásticas, Trump ordenó la imposición de aranceles del 25% sobre las importaciones colombianas y la revocación de visas a miembros clave del gobierno de Petro. Además, se implementaron sanciones financieras bajo la Ley de Poderes Económicos en Emergencias Internacionales (IEEPA), asestando un golpe significativo a la ya debilitada economía colombiana.
Un acuerdo a última hora
El gobierno de Petro intentó sostener su posición durante el día, pero la presión internacional y el impacto inmediato de las sanciones forzaron un giro en su estrategia. A las 10:00 p. m., la Casa Blanca anunció que se había alcanzado un acuerdo en el que Colombia aceptaría la devolución de los 160 migrantes sin restricciones, incluyendo la recepción de vuelos militares estadounidenses.
El comunicado oficial del gobierno de Estados Unidos dejó claro que las sanciones impuestas quedarían en suspenso, pero con condiciones estrictas: las restricciones de visa y las inspecciones reforzadas continuarían hasta que el primer grupo de deportados fuese regresado con éxito a territorio colombiano. En respuesta, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia anunció que el canciller Luis Gilberto Murillo y el embajador Daniel García-Peña viajarían a Washington para continuar las negociaciones, evidenciando el retroceso del gobierno colombiano ante la presión de Trump.
Además, en un intento desesperado por minimizar el daño político, el gobierno de Petro anunció que dispondría el avión presidencial para facilitar el retorno de los migrantes deportados. Sin embargo, esta medida no logró ocultar el evidente fracaso de la estrategia inicial de Petro y su equipo.
La derecha vuelve a exponer la debilidad de Petro
El episodio del 26 de enero no es el primer enfrentamiento en el que el presidente colombiano sale derrotado ante un líder de derecha. A lo largo de su mandato, Petro ha intentado confrontar a distintos gobiernos conservadores, pero en la mayoría de los casos ha terminado en posiciones de debilidad y retroceso.
En este caso, su retórica de desafío contra Estados Unidos resultó ser una estrategia sin sustento. Su decisión inicial de bloquear la deportación no solo le costó sanciones inmediatas, sino que también puso en riesgo sectores comerciales clave para la economía colombiana. Trump, fiel a su estilo pragmático y firme, no dudó en aplicar medidas que forzaron a Petro a retractarse rápidamente.
La oposición en Colombia no tardó en reaccionar, destacando el desastroso manejo de la crisis por parte del gobierno. Varios analistas políticos coincidieron en que Petro terminó humillado y sin opciones, evidenciando una vez más su falta de estrategia en el manejo de relaciones internacionales.
El conflicto diplomático entre Colombia y Estados Unidos concluyó con un claro vencedor: Donald Trump. La administración estadounidense demostró que no tolerará actos de rebeldía sin consecuencias, y Petro, una vez más, quedó en ridículo ante la derecha.
Este episodio no solo refleja la ineficacia del gobierno colombiano en la diplomacia internacional, sino que también confirma la fortaleza de la administración Trump en la defensa de los intereses de su país. En definitiva, la izquierda colombiana ha sufrido otra derrota contundente en el escenario global.