Hay imágenes que no necesitan explicación, que por sí solas cuentan una historia entera. Esta es una de ellas. Frente al edificio del Honorable Concejo Deliberante de San Miguel de Tucumán se encuentra una escena que sintetiza con crudeza el estado actual de la ciudad: un pozo en el asfalto, mal señalizado con dos caños oxidados, cinta plástica rota y un pedazo de concreto como advertencia improvisada.
No se trata sólo de una imperfección vial. Es un símbolo. Una postal de abandono, desidia y falta de respeto al ciudadano. Esa estructura precaria, peligrosamente ubicada en plena calle, no sólo pone en riesgo a quienes transitan por allí, sino que también refleja la falta de planificación y mantenimiento urbano. Y lo más alarmante es su ubicación: justo frente a una de las instituciones que debería velar por el orden, el desarrollo y el bienestar de la ciudad.
La decadencia de Tucumán no se manifiesta únicamente en baches o veredas rotas. Se expresa también en la naturalización del deterioro, en la indiferencia de las autoridades, en el acostumbramiento del ciudadano al desorden como norma. Esta imagen no debería ser parte del paisaje urbano, y sin embargo lo es. Es una foto cotidiana, pero no por eso menos grave.
Y es imposible no señalar la responsabilidad de la actual intendenta, Rossana Chahla, quien asumió el compromiso de mejorar la ciudad. Sin embargo, a la vista está que el discurso de transformación aún no se ha traducido en acciones concretas y visibles. ¿De qué sirve hablar de modernización o inclusión si ni siquiera se garantiza lo elemental: calles seguras y transitables?
Si situaciones como esta ocurren en pleno centro, resulta preocupante imaginar lo que sucede en los barrios ubicados fuera de las cuatro avenidas, los cuales no cuentan con la atención de la intendenta.
Tucumán merece más. Merece funcionarios que vean estos detalles como lo que realmente son: síntomas de una enfermedad estructural. Porque si frente a la casa de las decisiones políticas no se puede garantizar un mínimo de urbanidad, ¿qué se puede esperar en los barrios más alejados, donde las cámaras no llegan y el reclamo tarda en escucharse?
Esa foto es más que un bache. Es el reflejo de una gestión que, por ahora, sigue sin cumplir con lo básico.