El 4 de enero de 2025, en la tranquilidad nocturna de Pinamar, el exgobernador y actual senador Juan Manzur, vivió un incómodo momento que refleja el creciente descontento social hacia la clase política. Cerca de las 00:30 horas, mientras caminaba por la avenida Bunge, un hombre lo increpó al grito de: “Manzur garka”. El incidente evidencia la indignación que muchas personas sienten hacia los políticos que han contribuido al deterioro del país.
Manzur, conocido tanto por su fortuna como por su rol en la política tucumana y nacional, parece no poder escapar de las críticas, incluso durante sus vacaciones. A pesar de intentar proyectar una imagen relajada y familiar, las sombras de su gestión en Tucumán y su vinculación con casos de corrupción y políticas cuestionables lo persiguen.
Juan Manzur no es un político común. Según su última declaración jurada ante la Oficina Anticorrupción, posee un patrimonio de casi 10 millones de pesos, un incremento del 50% respecto de 2010, y eso que hablamos de lo declarado. Sus ingresos provienen, en gran medida, de negocios inmobiliarios y del lucrativo negocio del aceite de oliva, manejado por su esposa, Sandra Mariela Mattar.
El exgobernador tucumano es dueño de propiedades en Tucumán, San Juan y Buenos Aires. Durante 2011, vendió ocho departamentos en Tucumán y cuatro en Caseros, provincia de Buenos Aires. Además, recibe ingresos mensuales por el alquiler de departamentos en San Juan. Fuente: Perfil
Y a pesar de su fortuna, quiso demostrar su humildad, austeridad y empatía con el pueblo trabajador, por lo que para sus vacaciones, Manzur se instaló en el exclusivo balneario Posta Sur, donde disfrutó de almuerzos opíparos y siestas reparadoras, lejos de las preocupaciones de la política y la gestión pública.
El malestar tucumano
Manzur gobernó Tucumán entre 2015 y 2023, periodo durante el cual las críticas hacia su gestión crecieron exponencialmente. Las denuncias de corrupción, el manejo arbitrario de los recursos públicos y su falta de respuesta ante problemas estructurales como la inseguridad, la pobreza y el deterioro de la infraestructura sanitaria y educativa marcaron su mandato.
Su cercanía con el empresariado y los acuerdos opacos lo posicionaron como un símbolo de la “casta política” que tanto repudian sectores de la ciudadanía.
Un grito que simboliza la indignación
El incidente ocurrido en Pinamar, donde un ciudadano expresó abiertamente su descontento, es solo un ejemplo más del hartazgo social hacia figuras políticas que, como Manzur, son vistas como responsables de la crisis que atraviesa el país. Este episodio pone de manifiesto que la desconexión entre los políticos y la realidad de los ciudadanos no se borra con almuerzos lujosos ni siestas a la sombra.
El grito de “Manzur garka” no es un hecho aislado. Representa el sentimiento de miles de tucumanos que vieron cómo su provincia quedó rezagada mientras las arcas personales del exgobernador crecían exponencialmente. También refleja el enojo de ciudadanos que ven en figuras como él a los artífices de un modelo político que perpetúa desigualdades y corrupción.
Los políticos y las consecuencias de sus actos
El debate sobre cómo los políticos deben rendir cuentas a la sociedad está más vigente que nunca. Incidentes como el de Pinamar muestran que la paciencia de los ciudadanos está llegando a su límite. Si bien es importante que estas manifestaciones sean pacíficas, también es un recordatorio de que las acciones de quienes gobiernan tienen consecuencias, y que el descontento puede emerger en cualquier momento y lugar.
Manzur, como otros políticos que han protagonizado gestiones cuestionadas, es un ejemplo de cómo el poder y la riqueza no siempre garantizan inmunidad frente al juicio ciudadano. Su ostentoso estilo de vida contrasta con la realidad de miles de tucumanos que aún luchan por acceder a servicios básicos como salud y educación, muchas veces en condiciones deplorables.
Mientras Manzur disfruta de su fortuna y de escapadas a la Costa Atlántica, las voces de quienes lo critican siguen haciéndose escuchar, recordándole que el daño causado no se olvida fácilmente.