En el actual paisaje político argentino, la expectativa por el fallo de la Corte Suprema de Justicia sobre la inconstitucionalidad de la reelección indefinida del gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, marca un posible punto de inflexión no solo para la provincia, sino también para el país en su conjunto.
Según información del periodista Joni Viale, el tribunal tendría listo su dictamen, lo que podría resultar en una nueva era de democratización en una provincia que ha estado bajo el dominio de un solo hombre durante casi tres décadas. Esta eventual decisión, que podría darse esta semana o para las fiestas, abre la puerta para reflexionar sobre las prácticas políticas del peronismo y su impacto en la gobernabilidad y el bienestar de los ciudadanos.
Gildo Insfrán ha gobernado Formosa desde 1995, un periodo marcado por una alarmante continuidad de poder que, en la teoría democrática, se traduce en una restricción a la rotación del liderazgo y a la pluralidad política. La trayectoria electoral de Insfrán muestra resultados contundentes, con victorias significativas que han superado el 50% de los votos en varias ocasiones: en 1995 ganó con un 55% como vice, y luego continuó su hegemonía con resultados que van del 67% al 76% en elecciones sucesivas. Sin embargo, estos números esconden un contexto de prácticas políticas que han sido tachadas de autoritarias y que reflejan muchos de los vicios clásicos del peronismo.
La continuidad del gobierno de Insfrán no se debe únicamente a su habilidad política, sino también a un sistema que ha favorecido el clientelismo y la falta de alternativas viables. Durante estos años, la administración de Insfrán ha sido acusada de prácticas de nepotismo, corrupción y represión a la oposición.
La utilización de los recursos del estado para consolidar un poder personal y el control sobre los organismos estatales ha caracterizado su gestión. Esto ha generado un ambiente político en el que el disenso se silencia y la crítica se castiga, algo que se ha vuelto común en muchos gobiernos peronistas a lo largo de la historia argentina. Este modus operandi ha provocado un ambiente de dependencia y miedo que ha mantenido a Insfrán en el poder, incluso ante las disfunciones evidentes en la gestión pública.
Desde la llegada de Javier Milei a la arena política, han comenzado a resquebrajarse las estructuras tradicionales del peronismo. Milei, con su enfoque libertario y su discurso anti-establishment, ha sabido resonar con un electorado cansado de décadas de corrupción y de promesas vacías.
Su ascenso a la presidencia en un contexto de crisis económica ha demostrado que la gente está dispuesta a cambiar su voto por una alternativa que prometa transparencia y eficacia gubernamental. En este sentido, la decisión de la Corte Suprema no solo sería un golpe al indiscutible dominio de Insfrán, sino un respaldo a la idea de que una nueva política es posible —una política que prioriza la libertad individual y la descentralización del poder.
El peronismo, durante mucho tiempo, ha sido un pilar fundamental en la política argentina, pero su gestión ha estado marcada por vaivenes: de políticas inclusivas a prácticas autoritarias. Los fracasos en la gestión de Insfrán, que incluyen la falta de infraestructura adecuada, problemas de salud y educación, y la perpetuación de un sistema que castiga la meritoria oposición, son ejemplos claros de cómo la cultura política del peronismo puede resultar en un estado que no escucha a su población.
La realidad es que la mayoría de los formoseños ha salido perjudicada, mientras que Insfrán y su círculo han disfrutado de los beneficios del poder.
La idea de democracia significa, entre otras cosas, tener el derecho a elegir y cambiar a los líderes que nos representan. Al declarar la inconstitucionalidad de la reelección indefinida de Insfrán, la Corte podría enviar un mensaje contundente sobre la importancia de mantener viva la renovación política. En este nuevo escenario, un liderazgo como el de Milei podría ofrecer una alternativa a quienes creen que la política argentina necesita un cambio radical que rompa con el pasado.
El futuro de Formosa, y de muchas otras provincias, podría depender de decisiones que van más allá de un simple fallo judicial. Si la Corte Suprema avala la inconstitucionalidad de la reelección indefinida, se estaría abriendo una ventana para que nuevos liderazgos asuman el reto de reconstruir las instituciones, fomentar la participación ciudadana y, sobre todo, devolver el poder al pueblo formoseño.
En conclusión, el fallo de la Corte se presenta como un faro de esperanza en un contexto de desencanto político. El liderazgo de Javier Milei podría ser el antídoto necesario para una larga enfermedad que ha afectado a diversas provincias del país. Este es un momento crucial para que los ciudadanos se cuestionen quiénes han gobernado y cómo lo han hecho, y para que se sientan empoderados a buscar un futuro más brillante y democrático.