La tranquila fachada de la próspera industria citrícola tucumana se ha visto sacudida por un escándalo de proporciones épicas. El robo a gran escala de agua potable destinado a miles de habitantes de Yerba Buena, perpetrado por el productor Juan Zamora, ha generado una ola de conmoción y preocupación en el sector.
Gigantes de la industria como San Miguel, Citrusvil y Citromax, cuyos productos llegan a las mesas de consumidores de todo el mundo, se encuentran en el ojo del huracán. La sombra de este ilícito amenaza con empañar la reputación de la producción citrícola tucumana y poner en riesgo millonarios contratos de exportación, incluyendo aquellos con colosos como Coca-Cola.
La conexión entre las prácticas de Zamora y los problemas ambientales de la región es innegable. La misma Coca-Cola, a través de su ingenio Famaillá, ha sido multada recientemente por contaminar el río Salí, evidenciando una problemática más amplia en torno al manejo de los recursos naturales.
Operadores citrícolas, bajo condición de anonimato, han expresado su temor a que el caso Zamora genere un efecto dominó, perjudicando las exportaciones de todo el sector. La producción orgánica de Zamora, que solía ser un sello distintivo y un pase directo a los mercados más exigentes, ahora se ha convertido en una espada de doble filo. Las autoridades estadounidenses, al descubrir el robo de agua, podrían imponer sanciones que afecten a toda la industria.
La gravedad del caso es tal que ha generado un incómodo silencio entre las asociaciones de productores. A pesar del impacto potencial en la reputación de la región, los máximos referentes de la actividad citrícola han preferido mantenerse al margen.
Zamora, un empresario que hasta hace poco era considerado un modelo de éxito en el sector, se enfrenta ahora a graves acusaciones. Su empresa, dedicada a la producción de limón orgánico y con planes de expansión en el cultivo de palta y lima, podría ver truncada su trayectoria.
Las investigaciones revelaron que el robo de agua se inició en 2022 y se prolongó durante meses. Imágenes satelitales y una minuciosa inspección técnica permitieron a las autoridades de la Sociedad Aguas del Tucumán constatar la existencia de una conexión clandestina que desviaba el agua potable hacia una laguna ubicada en la finca de Zamora.
La magnitud del robo es asombrosa. La laguna construida por Zamora tenía una capacidad de almacenamiento diez veces superior a la cisterna que abastecía a miles de vecinos. El agua sustraída podría haber abastecido a varias localidades durante días.