La noche del jueves, una pareja viajaba en motocicleta por la Ruta Provincial 325, de este a oeste. El hombre manejaba, mientras su esposa, sentada atrás, sostenía en brazos a su bebé.
Durante el día, la temperatura no había superado los 25°C, y al caer la noche, el frío se intensificó. La ruta estaba bien iluminada, pero la sensación de inseguridad creció cuando notaron que un automóvil se les acercaba demasiado y reducía la velocidad. Desde el vehículo, escucharon algo que les mencionaron sobre su bebé, lo que encendió las alarmas de la pareja. De inmediato, aceleraron para alejarse del auto, al cual percibieron como una amenaza.
Una vez a salvo, no dudaron en contarle lo sucedido al abuelo materno del niño. El hombre, preocupado, decidió hacer público el relato, destacando la violencia de la situación y señalando que el objetivo del supuesto peligro era su nieto. Aportó, además, un dato clave: el número de patente del automóvil que los había intimidado.
El mensaje del abuelo se difundió rápidamente a través de las redes sociales, generando preocupación entre los usuarios. Sin embargo, la historia dio un giro inesperado cuando el conductor del auto en cuestión también decidió dar su versión de los hechos.
A la mañana siguiente, el automovilista explicó su versión en redes sociales. Desde su perspectiva, lo que ocurrió fue un malentendido, ya que su intención había sido alertar a la pareja sobre un posible peligro, interpretado por los padres como una amenaza. Su relato presentó lo ocurrido como un intento de acto solidario.
¿Pánico injustificado o temor legítimo?
En un contexto donde las noticias sobre delitos y violencia acaparan los titulares, la percepción de inseguridad puede dispararse fácilmente. Hechos recientes como el supuesto intento de secuestro en Alberdi, que involucró a dos mujeres acusadas y luego liberadas tras ser exoneradas, han generado un clima de tensión en la comunidad. Además, casos como el de Loan, el niño desaparecido en Corrientes, han contribuido a mantener a la sociedad en alerta.
Este tipo de episodios plantea interrogantes: ¿hasta qué punto la desinformación y la paranoia colectiva pueden influir en la percepción de riesgo? ¿Están las personas predispuestas a ver amenazas donde no las hay? ¿El temor constante impide que se acepten actos de ayuda bienintencionados?
El incidente con la pareja y el automovilista podría ser un reflejo de cómo el miedo y la desconfianza moldean la interacción social. La línea entre la precaución legítima y el pánico desmedido es cada vez más delgada.