Pedro Sánchez fue investido presidente del Gobierno de España al reunir los votos necesarios en el Congreso de los Diputados. En total sumó 179 votos a favor, 171 en contra y ninguna abstención. Fue posible debido a la alianza que impulsó Sánchez con los partidos de extrema derecha de Cataluña y del País Vasco, entre los cuales cuentan varios terroristas de ETA que cumplieron sus condenas por haber asesinado a ciudadanos vascos y de otras regiones españoles durante su accionar ilegal en las últimas décadas. A ello se suma el voto de la ultra izquierda financiada por Rusia y Venezuela.
Los diputados que apoyaron a Pedro Sánchez se encuentras los pertenecientes a los partidos: PSOE, Sumar, Junts, ERC, PNV, Bildu, BNG y Coalición Canaria.
Así las cosas, el líder del PSOE podrá gobernar por cuatro años más desde La Moncloa y se prevén un contexto político muy complejo ya que estará sometido a las especulaciones de los partidos radicalizados de Cataluña y el País Vasco. Particularmente del independentismo catalán cuyos diputados amenazaron públicamente a Sánchez durante su investidura de las consecuencias que tendrá si no cumple con los acuerdos secretaros que rubricó con los extremistas.
La representante de Junts Miriam Nogueras que dijo: “con cada acuerdo que se cumpla, Cataluña tendrá que estar más cerca de la independencia” y la amnistía al golpista fugado Carles Puigdemont, informó El Mundo.
El reelecto gobernante afronta ahora la labor de formar un nuevo Ejecutivo que se presume más corto que el que ha tenido hasta la fecha, más político y más entrenado para desplegar un relato construido sobre dos pilares: el enfrentamiento radical con la oposición, a la que espera rodear con un cordón sanitario y, la negociación, en aras del consenso con los golpistas catalanes.
Esta legislatura, bautizada gracias a la concesión de una amnistía a los condenados y encausados por el proceso soberanista catalán, estará tutelada por minorías que no reúnen más allá del 6% de los votos, pero que han logrado imponerse aprovechando la necesidad del líder socialista de contar con sus escaños para seguir en el poder. Y cuenta ya con un ambiente en contra en la calle, con manifestaciones multitudinarias en contra de la amnistía como las que se produjeron en toda España el pasado domingo y que se volverán a repetir este sábado en el centro de Madrid.
Sánchez aceptó todas las condiciones y exigencias planteadas por el independentismo y el nacionalismo. Las más onerosas política, económica y socialmente son las que ha puesto sobre la mesa Carles Puigdemont, el prófugo al que un día Sánchez prometió traer de vuelta a España en unas condiciones muy distintas a las que le brinda ahora con el borrador completo, sin pasar por los tribunales.
Vale recordar que Sánchez renegaba hace apenas unas semanas de la posibilidad de conceder una amnistía y hoy la aceptan con fervor, ha escuchado por boca de todos sus nuevos socios la advertencia de que no tiene en la mano un cheque en blanco.
Sánchez sabe que el líder opositor del PP, Alberto Núñez Feijóo, no le dará, si lo necesita, oportunidades de pacto, porque Sánchez, en estas dos jornadas ha empeñado la mayor parte de sus intervenciones, al margen de cuál fuera su interlocutor, a hacer una oposición implacable a los populares, a arremeter contra los gobiernos que presidieron y a atacar a los actuales ejecutivos autonómicos que encabezan.
En las declaraciones de Sánchez han abundado palabras como “diálogo”, “reencuentro”, “convivencia”, “pluralismo”, “progresismo”, “avance” para referirse al futuro que empieza a liderar con sus nuevos socios. Y respecto al pasado con él al frente del país ha hablado de “logros indiscutibles” y sólo “errores involuntarios”. Todos los males, incluida la intentona secesionista de 2017, se los ha atribuido al PP a quienes ha acusado de sembrar “odio” y “discordia” y a los que insistentemente ha metido en el saco de la “ultraderecha”.
Sánchez emprende así un nuevo mandato encadenado a independentistas y nacionalistas. Un mandato en la cuerda floja que tiene que superar dos test de estrés inminentes: la aprobación de la ley de amnistía frente a todos los recursos de inconstitucionalidad que se presenten contra la misma y el alumbramiento de unos Presupuestos del Estado que acomoden las peticiones económicas de todos sus aliados y además prevean la vuelta a las reglas fiscales que ya se dibujan en la Unión Europea. Un mandato, finalmente, en el que tendrá enfrente al Senado, donde su rival, Feijóo, goza de mayoría absoluta; a 13 de las 17 comunidades autónomas gobernadas por los populares y a buena parte de la calle que protesta contra sus pactos. España está en peligro por culpa del populismo, advierten en la Unión Europea.