La reciente Marcha Federal del Orgullo “Antifascista y Antirracista” en Argentina ha vuelto a demostrar cómo el movimiento LGBT en el país ha sido cooptado por la izquierda y el kirchnerismo para fines políticos. Más que un evento de reivindicación de derechos, la manifestación se convirtió en un acto de confrontación directa con el gobierno de Javier Milei, utilizando como excusa sus declaraciones en el Foro Económico Mundial de Davos.
Es fundamental aclarar que los dichos del presidente en Suiza no fueron en contra de la homosexualidad, como han intentado tergiversar los medios afines al progresismo. Milei apuntó directamente a la ideología de género, un constructo que busca imponer una visión particular sobre la sexualidad y la identidad en la sociedad, muchas veces pasando por encima de los derechos de los niños y la biología misma. Como bien señala Agustín Laje, una de las principales voces en la crítica de la ideología de género, este movimiento ha avanzado en imponer dogmas que no admiten discusión y que buscan transformar la cultura y la legislación a través de la presión política y mediática.
El evento contó con la participación de diversas figuras del espectáculo, el periodismo y la política. Entre los asistentes más notorios se encontraron Axel Kicillof, Lali Espósito, María Becerra, Pedro Rosemblat y Roberto Navarro, todos ligados de una u otra manera al kirchnerismo y la militancia de izquierda. Sin embargo, lo más llamativo de la jornada fue el comportamiento de algunos participantes que, lejos de manifestarse pacíficamente, protagonizaron escenas que rozaron lo grotesco y lo inapropiado, sobre todo para un evento al que asistieron menores de edad.
Uno de los momentos más escandalosos y repudiables fue la presencia de personas completamente desnudas en plena vía pública. Un caso particularmente indignante fue el de un hombre que se subió al monumento de Manuel Belgrano, en Plaza de Mayo, completamente desnudo, simulando un acto sexual. Este tipo de exhibicionismo no solo es una falta de respeto hacia un símbolo patrio, sino que también es una muestra del verdadero rostro que han tomado estas manifestaciones, alejándose cada vez más de su supuesta lucha por derechos y cayendo en la provocación extrema.
El evento también dejó en evidencia el creciente desinterés de la sociedad argentina por este tipo de manifestaciones. A pesar del esfuerzo mediático por inflar su importancia, el Centro de Operaciones de la Policía reportó que solo unas 20.000 personas asistieron a la movilización en la Ciudad de Buenos Aires, una cifra considerablemente menor en comparación con otras ediciones y con marchas recientes, como la masiva manifestación universitaria del 2024. Esto refleja que el apoyo a estos movimientos, que han dejado de lado la lucha por derechos legítimos para convertirse en una herramienta política de la izquierda, está en franco declive.
Paradójicamente, mientras la militancia progresista intenta instalar la idea de que Milei es un “enemigo” de la comunidad LGBT, las encuestas muestran una realidad completamente distinta. Según diversas consultoras, el presidente mantiene una imagen positiva del 58%, lo que demuestra que la mayoría de los argentinos respalda su gestión y rechaza la imposición de la ideología de género en la sociedad.
Es imperativo hacer una distinción entre el respeto a las personas LGBT y la imposición de una agenda ideológica. Mientras Milei y pensadores como Agustín Laje sostienen una postura de libertad individual y rechazo a la coerción estatal en temas de identidad y sexualidad, la ideología de género busca imponer leyes y políticas que vulneran derechos fundamentales, especialmente los de los niños. La idea de permitir tratamientos hormonales o cirugías de cambio de género en menores es una de las aristas más peligrosas de esta agenda, ya que implica intervenciones irreversibles en personas que aún no han alcanzado una madurez suficiente para tomar decisiones de tal magnitud.
El gobierno de Milei ha dejado en claro su postura: el Estado no debe ser un instrumento de adoctrinamiento ideológico ni debe intervenir en la educación para imponer visiones sesgadas sobre la identidad de género. La defensa de la libertad no es incompatible con el respeto a las personas LGBT, pero sí con la imposición de una ideología que pretende borrar las diferencias biológicas y socavar la cultura desde sus cimientos.
Lo sucedido en la Marcha Federal del Orgullo es una muestra más de cómo ciertos sectores intentan manipular el debate público, distorsionando las palabras del presidente y utilizando la movilización social como herramienta de presión política. Sin embargo, la reacción de la ciudadanía y el declive en la convocatoria demuestran que cada vez menos personas están dispuestas a comprar ese discurso. En un país que busca recuperar el sentido común y la libertad, la sociedad argentina parece estar despertando a la realidad de lo que verdaderamente representa la ideología de género y su impacto en la vida de todos.
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