Un nuevo informe de Fundar revela que la población argentina dejó de ser joven: la natalidad cayó a niveles históricos, mientras crece el número de mayores de 65 años y se frena el aumento demográfico.
La población argentina atraviesa una transformación profunda. Lo que hace un siglo era una pirámide ancha en su base, con predominio de niños y jóvenes, hoy muestra una estructura invertida: menos nacimientos y más adultos mayores. Según un informe de Argendata, plataforma de la fundación Fundar, la tasa de fecundidad cayó a 1,36 hijos por mujer en 2023, el valor más bajo de la historia del país.
El estudio advierte que la Argentina podría no superar los 50 millones de habitantes en las próximas décadas. El crecimiento poblacional se detiene y la esperanza de vida se extiende, generando una sociedad que envejece de forma sostenida.
De un país joven a uno que envejece
En 1869, más de la mitad de los argentinos tenía menos de 20 años. Hoy, ese grupo representa apenas el 30% de la población, mientras que los mayores de 65 años pasaron del 2% al 12%.
La baja natalidad se vincula con más años de educación, el acceso a métodos anticonceptivos y nuevas decisiones de planificación familiar. El resultado: familias más pequeñas y una pirámide poblacional que ya no crece desde abajo, sino que se ensancha arriba.
De América Latina a Europa
En 1950, la Argentina lideraba la transición demográfica en la región. Hoy, se asemeja más a los países europeos: menos nacimientos, familias pequeñas y una población adulta en expansión. La edad mediana nacional es 13 años menor que la de España, lo que muestra un envejecimiento más lento, aunque con una fecundidad comparable a la europea.
Efectos en el futuro
El cambio no es solo demográfico: afecta escuelas, trabajo y jubilaciones. Menos niños implican una matrícula educativa en descenso; menos jóvenes, una fuerza laboral más pequeña.
A la vez, la creciente cantidad de adultos mayores presionará los sistemas de pensiones, salud y cuidados, según advierte Fundar.
“Comprender este escenario es fundamental para anticipar su impacto en la vida cotidiana y en las políticas públicas”, concluye el informe.