Este 2 de noviembre, San Martín de Tucumán, el “más popular de todo el norte argentino”, cumple 116 años de una historia marcada por el esfuerzo, la gloria y una resiliencia admirable. Sin embargo, el pueblo “Ciruja” recibe este aniversario con una mezcla de orgullo y preocupación, envuelto en una incertidumbre institucional que refleja los vicios de la vieja política.
La celebración se ve opacada por la reciente renuncia del gremio La Bancaria a la Comisión Directiva, un movimiento que ha sumido al club en problemas internos. En un momento donde el país busca desterrar la interferencia de estructuras corporativas y sindicales de la vida civil, el “Santo” sufre las consecuencias de un modelo de gestión donde los intereses sectoriales parecen primar sobre la institución.

Desde el club, buscaron llevar tranquilidad a los hinchas con un mensaje de unidad: “Hoy festejamos la razón de nuestra felicidad, de nuestro enojo, de nuestra esperanza y de miles de sentimientos más. Hoy cumple años nuestra vida entera, nuestra casa, el club de nuestros amores”, publicaron en sus redes, dedicando el día “a todo el pueblo Ciruja”.
Esta turbulencia actual contrasta fuertemente con el espíritu fundacional del club. La leyenda reza: “Hace 116 años, 14 jóvenes entusiastas fundaban el club San Martín”.
Eran, en su mayoría, jóvenes de origen humilde de las barriadas de la zona sur de la ciudad. Eran emprendedores que amaban el deporte. La historia cuenta que “no les alcanzó la vaquita para comprar un libro de actas por lo que dejaron constancia de todo en una hoja común y corriente”.
En esa asamblea fundacional, en la casa de Secundino Dante Torossi, en Ayacucho 557, se discutió el nombre y se eligieron los colores en honor al mítico Alumni. Romelio Castro fue proclamado primer presidente.
Esos 14 fundadores dieron el primer paso, pero la grandeza del club se construyó con el esfuerzo de héroes anónimos y dirigentes visionarios. Tipos que, sin pedir nada a cambio, dieron todo por hacer crecer a San Martín.

Un ejemplo paradigmático de esa estirpe fue el Ingeniero Mario Bron, que se asoció en 1918 y fue presidente un año después. Bron condujo el club por más de 18 años y fue quien cumplió el sueño del estadio propio, el primero, en Bolivar y Alberdi, inaugurado en 1925 en un amistoso contra River.
Lejos del victimismo, cuando la crisis mundial por la caída de la Bolsa de 1929 golpeó al club, San Martín se vio obligado a vender ese primer estadio. ¿Qué hizo Bron? No se ahogó en un mar de lágrimas ni pidió subsidios. Rápidamente “pensaron cómo salir adelante: atravesaron la manzana por un pasaje, lotearon el terreno y lo vendieron así, para sacarle unos pesos más”.
Ese es el espíritu que hizo grande al “Santo”. Con esa visión, hacia fines de 1930, se adquirió el terreno de Bolivar y Pellegrini, en el corazón del barrio de La Ciudadela. El nuevo estadio se inauguró en 1932, y la simbiosis fue total: “San Martín y Ciudadela son una misma cosa”. El estadio creció “a pulmón”, parche a parche, gracias al esfuerzo de socios y dirigentes.
También se obtuvo el “Solar de los Deportes”, que se convirtió en el eje de la vida social de la institución, un lugar donde los socios “se encontraban, se conocían, conversaban, discutían, debatían, vivían”.
Hubo épocas deportivas difíciles, como la década del 30, pero fue precisamente en esa adversidad donde “nació el mito de la hinchada fiel, porque el club perdía partidos y ganaba gente”.
Esa lealtad fue recompensada en la década del 40, la mejor de todas. Con Roberto Santillán a la cabeza, San Martín obtuvo infinidad de títulos, fue dos veces tricampeón y jugó sus primeros torneos nacionales. El auge llegó en 1944, cuando se consagró Campeón de la Copa de la República, el único torneo federal de clubes que existía, ganando la final 3 a 1 contra Newell’s en la cancha de su clásico rival.
Luego llegaría otra figura monumental: Don Natalio Mirkin. Fue él quien profundizó el crecimiento, agrandó el estadio a su capacidad actual y construyó el Complejo Polideportivo de Cevil Redondo.
Pero el legado más importante de Mirkin fue su lucha por un fútbol federal y justo. En una Argentina acostumbrada al centralismo porteño, “San Martín se convirtió en la punta de lanza de los clubes del interior y con mucha dignidad se plantó en AFA como nadie lo había hecho, ni lo volvería a hacer”.

Ese espíritu de lucha contra el “establishment” y de superación a través del mérito, como lograr ascender “desde la Liga a Primera”, es el verdadero ADN del club.
En estos 116 años, San Martín “tambaleó, se estabilizó, volvió a temblar, pero siempre se mantuvo de pie, sostenido por su gente”. Ese apoyo popular es su gran rasgo distintivo.
Hoy, mientras celebra un nuevo aniversario, el “pueblo Ciruja” mira su historia de próceres como Bron y Mirkin, y la contrasta con un presente manchado por la “vieja política” de gremios como La Bancaria, que parecen obstaculizar más que construir. La esperanza de los hinchas es que el club recupere ese espíritu fundacional de esfuerzo privado y se libere de las estructuras corporativas que frenan su desarrollo.


